3 de Mayo 2004

Tedio

Amanecí ausente. Con la mirada seca y un gusto a vacío colmando mi boca por todo aliento. Tomé un sorbo de agua y fue mercurio lo que atravesó mi cuerpo. Quise verme al espejo, pero no me vi entre lo que reflejaba. ¿Dónde, dónde estaba? Quizás la noche anterior, que le había estado aullando a la luna, se me escapó el alma, y agotada como estaba, me dormí sin saber que me faltaba. O quizás se me extravió aún antes, y era en realidad a ella a quien llamaba.

Luego de buscarla entre poesías, su escondite favorito, supe que ahí no la encontraría, que esta vez su ausencia tenía un matiz más contundente. Intenté meditar para llamarle, pero no pude. Meditar es algo que no es posible cuando no se tiene alma.

Alarmada, me lancé a recorrer las calles a ver si la encontraba vagando. Temí que se hubiera metido en algún lío. Solo dios y yo y uno que otro amigo sabemos, en qué aprietos puede llegar a meterse cuando me deja, más si es por mi descuido.

Me preocupé por mí. Yo sin ella no soy sino un cúmulo de arena que se desmorona al primer viento. De pronto sentía que les faltaba peso a mis zapatos. Debí escribir mi nombre y noté que no tenía caligrafía. Mi memoria, de por sí trunca, estaba lerda y de mis palabras casi debí tirar para que se animaran a hender el aire.

Recorrí los sitios que le gusta frecuentar y otros que pudieran atraerla. Nada. Por más que he buscado, no he logrado hallarle.

Sin embargo, la búsqueda no ha sido vana. Entre todo esto que me pasa, he tenido muchos momentos en los cuales cede lo absoluto de mi sentimiento de extravío a la visión de los reflejos de otras almas.

Me he quedado sorprendida al verlas tan llanamente asomadas en los gestos, miradas y palabras de otros hombres y mujeres, muchos de ellos hasta ahora desconocidos. Las he percibido en la plática animada, en la confidencia revelada, en la invitación osada, en el teléfono arrancado de cuajo, en el pulsar de una jarana, en un zapateo, en un baile, en lo dicho con miradas; en la brillantez de un canto y la sonrisa que le acompaña; en la ansiedad de un mensaje, en una carcajada. ¡Cuánta pasión fluyendo, y yo aquí, flotando!

Decidí tomarme el día. Interrumpir la búsqueda. Observar lo hallado. Quizás no vuelva a encontrar el alma que me dejó, quizás sí, quizás me espera ya dormida en mi sueño. Del modo que sea, sé que para vivir necesito peso. Las pasiones se construyen, dijiste un día y yo te creo. Cosa de encontrar sustancia. Como el salmón, nadar contra corriente. Cuán detestable es el tedio, y sin embargo cuántas posibilidades no abre.

Te pido que disculpes mi ausencia, pero es que cuando ando así soy imposible.

Escrito por octagono a las 4:52 AM