10 de Septiembre 2004

Consuelo

Te descubres la espalda y dispones tu piel de niña al castigo del metal. Me sorprendes. Ayer eras toda lágrimas y hoy eres toda decisión. Sonríes. No haces preguntas, no tienes dudas. Inicia con abluciones el ritual tu tatuador.

Dibuja luego artista, sobre el perfecto valle de tus trapecios, el boceto de tu furiosa elección.

Alas.
Quieres alas.
Un par de hermosas alas para remontar.
Madrugada, selva, pavorreal.

Te miras complacida a través del espejo. El ruido de la máquina rompe la calma y anticipa al dolor. Notarás las punzadas. Cientos de aguijones inyectan su veneno. ¿Cómo te sientes? Los pinchazos de cobalto drenan benignos la pus de tu aflicción. Tres horas. De entre agujas y diminutas gotitas de sangre brota una colosal mariposa verdiazul.

Metálica como el color de la moto en que se mató.
Perenne en amoroso duelo.
Soberbia y bella para elevarte en vuelo sobre el abismo que dejas hoy.


Publicado inicialmente en Hipertextos.

Escrito por octagono a las 11:33 AM | TrackBack